Prólogo de Ejercito de Mundo.

¡Y aquí les traigo el prólogo prometido!
Y sí, ya sé que no es como normalmente, que me suelo quedar a pleno cuando escribo publicando capítulos de oncemil páginas y todo eso, pero esta vez no quería hacer demasiados spoilers (que espero haberlo hecho bien) así que no me podía explayar como toca, pero igualmente espero que guste. Lo próximo será terminar el tercer capítulo de AliceRose, espero hacerlo en breves, sobre todo ahora que me voy a casita. c: Pero como siempre ya sabéis que me tomo mi tiempo para escribir. Espero que esté prólogo guste, y espero opiniones como siempre, y me encantan las críticas, en serio. LAS ADORO. Así que hacedlas, plis. Así que sin más preámbulos os dejo con el prólogo, disfrutad.



El equilibrio se aprende. El equilibrio es la clave.
Mr. Miyagi.

Y la décimo segunda gota del día cae en algún rincón olvidado de ese recóndito lugar. Resuena por las macizas paredes, rebotando en aquellas estalactitas y estalagmitas formadas durante tantos años que nadie era capaz de decir si eran más viejas que el lugar en sí. La gota se acaba perdiendo, como las otras once que la había precedido, en aquel riachuelo que escapa de este claustrofóbico lugar. Y eso es lo único que perturba este lugar, nada más hay aquí. Ni un alga, ni una planta, ningún pequeño animal asustado, ni ningún depredador. Tan solo yo. Solo estoy yo. Encerrada sin poder salir. Los días pasan, o eso creo. Tengo la impresión de que el tiempo acontece fuera de este lugar pero que aquí dentro está parado, estancado y no me permite avanzar. No hay ventanas, ni aberturas ni nada que permita que entre la luz del sol, ni ningún tipo de luz, pero este  lugar está extrañamente iluminado, porque veo. Veo las paredes, veo las estalagmitas, veo las estalactitas, veo el pequeño riachuelo que escapa, veo las marcas que debieron hacer hace muchos años algunas personas en la pared. Veo las piedras sueltas que hay por aquí, también veo la ausencia completa de otra forma de vida. Veo lo que se presupone mi cama, y los grilletes que me unen las manos, que me tienen atada a la pared. Aquella tosca y pesada cadena que me impide ser libre. Pero igualmente no hay puertas, no hay ventanas, tan solo esa pequeña abertura que se ha labrado el agua con el paso de milenios.
Suspiro y me apoyó contra la fría roca como siempre. No hay nada que hacer aquí abajo. Me miro las manos sucias y llenas de heridas de la roca y de los forcejeos para conseguir deshacerme de esas horribles esposas que me mantienen allí abajo encerrada. Son las culpables de que esté anulada, que esté sin fuerzas y cansada siempre. Siento como bloquean que la magia salga de mí, como impiden que sea libre, que fluya, que siga siendo yo. Malditas esposas. Además también son feas, están oxidadas, y pesan demasiado. Pero quien las diseño no estaba pensado en crear algo bonito, sino funcional. Suspiro de nuevo. Y yo ya no sé contra quién lanzar mi frustración, mi indignación y mi enfado. Esas esposas no tienen la culpa de que alguien las haya usado contra mí. Esas esposas no son las causantes de mis problemas. Tan solo son el instrumento usado para acabar conmigo. La culpa no es de ellas, es de los que me las pusieron. Pero tampoco puedo hacer nada, estoy aquí atada, sin poder salir, sin poder fluir, sin poder… Bueno, sin poder vivir de verdad.
Echo la cabeza hacia atrás, mirando aquellas oscuras piedras que recubren el techo de mi prisión. Con aquellas vetas claras que formaban ese dibujo indefinido que dependía del día me parece que se asemeja a un búho, otros a un ramo de flores y otros simplemente me planto si sigo cuerda por ver esos dibujos en esas líneas aleatorias. Pero sé que sigo cuerda, sé que hay una salida, sé que hay una escapatoria de ese calvario, que alguien me quitará esos horribles grilletes viejos, que alguien abrirá una brecha en ese cubo sin salidas, porque por mucho que no la dejen fluir, dentro de mí sigue existiendo, sigo teniendo esa sensación de que todo saldrá bien, y sigo teniendo esos sueños. Esos sueños que me revelaban que hay seis. Que hay seis que van a luchar por mí, que van a venir a por mí. Aunque no todos serán lo que dicen ser, aunque no sea un camino fácil, aunque no todos lleguen al final. Son seis y vendrán.
Sé que tendrán pruebas, que deberán mostrar que son aptos para lo que se les pide, que habrá cosas que desconocen y deberán aprenderlas sobre la marcha, y la más importante es que son seis. Y sólo seis, no hay nadie más. Deberán aprender que han dejado de ser quienes eran para convertirse en quienes son ahora. Deberán aprender que nada es como parece y que nada es tan sencillo como blanco y negro. Que no hay que fiarse de nadie, pero que ellos son seis. También que la magia es poderosa y no siempre aliada de tus emociones. Deberán aprender que no están solos en este mundo. Y por encima de todo eso, son seis, pero no son uno solo, son seis que trabajan como uno, porque si no aprenden esto… No sé qué puede pasar. No sé cómo va a acabar.
Pero confío en ellos. Porque tienen algo que los demás no tienen. Tienen mi bendición, tienen mi esperanza, y tienen una motivación. Pero espero que sean lo suficientemente fuertes como para superar los desafíos, para superar las pruebas. Para superarse a sí mismos. Para confiar unos en los otros. Porque de ellos dependo yo. Son mi última esperanza, si ellos fracasan… Yo… Yo moriré.

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